ADRIANA
No llego a la reunión de hoy, hay un atasco de cojones. El
señor Thomson me matara.
Llego a la oficina 15 minutos más tarde de lo normal y
voy casi matándome porque hoy tenemos una reunión muy importante con unos
publicistas de México, y se supone que tengo que ser yo la que exponga el
proyecto, vaya imagen estoy dando de mí y de la empresa. Espero que se hayan
retrasado y no hayan llegado. Entonces paso por al lado de mi secretaria
deprisa cruzando el pasillo de mi despacho como si fuera un coche de carreras,
no le doy tiempo ni a que me de los buenos días, la miro de refilón y se da
cuenta por la manera en la que la miro y
que casi me choco con un florero de decoración que había colocado en la
entrada, de que llevo prisa. Cruzo la puerta como si fuera la bandera que hay
que tocar cuando terminas una competición, y allí están todos ya reunidos en la sala de reuniones. Como no,
esperándome. El señor Thomson me echa una mirada como si me quisiera matar y yo
me disculpo por la tardanza, saludo a los publicistas y como no, otra vez esta
él, AIDEN, me quedo un poco impactada cuando lo veo, pensaba que no volvería
por la empresa, que estaría ocupado con cosas más importantes. Pues no, aquí está,
mirándome con cara chistosa y no lo culpo, mi cara es de me he salvado por los
pelos.
-Señorita Adriana le presento a los señores Juan Rodrigo
Gómez y Eduardo Velazco los publicistas de los que le hable. –Dice el señor
Thomson.
-Encantada. –Digo saludándoles de nuevo.
-Ella es nuestra directora de Marketing en la empresa. Bueno
y el señor Aiden dueño de la empresa que ha venido a supervisar el proyecto, me ha comentado que está muy interesado en
este proyecto en especial.
Entonces Aiden me mira con una mirada muy penetrante, intento
sostenerle la mirada pero no puedo. Mientras le miro noto como todos mis
sentidos se centran en él, en su olor, en su pelo, en sus labios. ¿Qué me
estaba pasando con él? ¿Por qué no me lo podía quitar de la cabeza?
Entonces noto como un grito se me clava en mis oídos
sacándome de mi trance:
-¡Señorita Adriana! ¿Me está escuchando? –Me alza la voz el
señor Thomson–, creo que debería empezar con la exposición del proyecto.
-Por supuesto señor.
La exposición transcurre rápido y los publicistas mexicanos
quedan encantados con el proyecto, al igual que Aiden. A la finalización del
proyecto aplauden y el señor Thomson invita a los publicitas a terminar de
negociar el contrato en su despacho, también le pregunta a Aiden si prefiere
supervisar el mismo la negociación, pero se niega.
-Lo siento Thomson pero tengo muchas cosas por hacer, me fio
de su criterio. –Él le guiña el ojo a Thomson como señal de amistad.
Y Thomson le echa una sonrisa, se despide de él y se va al
despacho con los publicistas.
Ahora nos hemos quedado solos él y yo en la sala de
reuniones. Recojo mis cosas mientras me mira y cuando me dispongo a salir de
allí, él me agarra del brazo.
-¿Dónde va señorita Adriana?
-Me retiro a mi despacho señor Aiden, creo que he finalizado
mi trabajo aquí. –Digo chistosa intentado decirlo lo más seria que puedo.
-Creo que tenemos un asunto por resolver, ¿no cree?
Entonces se a lo que se refiere, trago saliva y lo miro a los
ojos. No digo nada.
-Creo que deberíamos seguir nosotros hablando del proyecto,
ya que es sumamente interesante, le parece bien si la invito a comer y seguimos
hablando. –Me dice intentando parecer lo más serio posible.
Sé que es una excusa para que estemos los dos a solas, pero
no me puedo negar cuando le miro a los ojos, veo como se me clava su mirada
como una estaca y siento que no me puedo mover.
-Me parece genial señor Aiden.
-Estupendo pues a la 13:00h le paso a recoger señorita
Adriana.
Se despide guiñándome un ojo y yo me sonrojo. Estoy de los nervios. Me voy a mi despacho,
me meto en él, cierro la puerta y respiro aliviada de estar sola. Hasta que me
repito a mí misma que de aquí a unas horas estaré comiendo con el dueño de mi
empresa.
Al cual creo que puedo gustarle o no sé, a lo mejor solo le interesa
mi proyecto como me comentó. No paro de darle vueltas a la cabeza, puede que me
dé un ataque antes de la comida. Así que decido ponerme a terminar las cosas
que me quedan en la oficina antes de que llegue la hora, a ver si puedo
concentrarme.